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De Navegaciones y Regresos

Yamil Salinas Martínez
Yamil Salinas Martínez
3 minutos

Vuelvo de dos semanas de inactividad total con la red. Me pareció algo extraño, quebrar con la rutina de todos los días (leer el lector de feeds, los amigos de twitter, los feeds de facebook, fotos de flickr, feed de cambios de la wikipedia, linkedin, etc.) pero al pasar los días se fueron pasando sin pensar en toda la información acumulada en los repositorios habituales. Precisamente, al regresar y notar el volumen y altura de la pila de cosas que habia para leer, chequear, responder y comentar, me hizo caer en la cuenta de la impresionante cantidad de información que uno adquiere día a día, casi sin la posibilidad de asimilarla de una manera sana.

El fenómeno, del que muchos hablaron ya, se denomina infoxicación y es producto de las nuevas pautas de consumo cultural y de la baratísima posibilidad de generar multiversidad de contenidos y publicarlos en la red. Este fenómeno, a nivel más macro, se denomina Exaflood (del que habíamos hablado antes) y evidencia la exponenciación de los contenidos publicados y disponibles para el consumo. Creo que bien vale la reflexión.

En el viaje tuve la suerte de estar visitando algunas ciudades como Sao Paulo, Bogotá yPanamá durante estos días, con intensas actividades de trabajo. Más allá de que me ocupaban gran parte del día, siempre se puede observar un poquillo de la cotidianedad, los códigos y pareceres de las urbes donde uno cae.

Coincide que en ninguna de las tres ciudades había estado antes (aunque si unas horas en Panamá, pero no cuentan). De Sao Paulo, me queda grabada su extensión como gran megaurbe latinoamericana. Cientos de camiones de transporte, siluetas de edificios hasta el infinito, avenidas amplias con mucho tránsito y un aeropuerto abarrotado dan evidencias de la cantidad de gente que vive y transita por la ciudad. Rutas repletas de industrias muestran también el enorme desarrollo como polo económico no sólo del Brasil, sino del Mercosur. En total, sólo el estado de Sao Paulo es poco más de dos veces el producto bruto de toda la República Argentina.

Bogotá es una ciudad muy cálida en su gente y en sus maneras. A pesar de que los bogotanos tienen la fama de ser los colombianos más distantes, me sentí totalmente a gusto. Lo que sí se nota es que se debe estar mucho mejor que en algún pasado reciente, pero aún así sigue siendo una ciudad de contrastes.

Uno puede estar en lugares muy bonitos, con infraestructura y servicios de primer nivel, pero también observar barriadas marginales y mucha indigencia en las calles. No es algo de asombro, lamentablemente, para aquellos que tenemos ojos latinoamericanos, por otra parte he notado un clima de moderado optimismo y un fuerte apoyo al presidente Uribe (semana antes de la liberación de Ingrid Betancourt). Me sorprendieron de Bogotá la velocidad de sus taxis (esos amarillitos, ¡van a mil!) y el nivel de seguridad en las calles (aunque me confirmaron que es abrumadoramente menor que hace algunos años).

A Panamá la imaginaba diferente, mucho más típica como ciudad latina. Sin embargo, la influencia norteamericana es bastante fuerte. Mucho spanglish, cadenas de comidas rápidas americanas, productos y un aire en el ambiente que tiene un estilo miamiesco (salvando las distancias). Tuve oportunidad de visitar el Canal por la noche (hay un tour virtual aquí), y reconozco que aunque lo había visto más “monumental” en algunos videos, cumplió mis expectativas por lo profundo de su historia y por la simpleza de su principio técnico de operación: trasvase de líquidos que transportan miles y miles de toneladas de acero hecho barcos. Me comentaban que se tarda aproximadamente 9 horas en cruzar de un océano al otro, y que los capitanes que hacen el cruce deben ser todos panameños. También, con mucho orgullo, que los indicadores de operación del canal mejoraron muchísimo desde que pasó a manos panameñas (recuerden el acuerdo Torrijos-Carter).

Este viaje ha sido más que enriquecedor y productivo, tanto en el plano laboral como en el personal. Viajar es una de las grandes experiencias de la vida, te permite conocer gente, lugares, costumbres y también ampliar nuestros horizontes.

(El título de este post es el nombre de uno de mis libros favoritos de Pablo Neruda, publicado en 1957).