Guía de Lectura: "Nuestra parte de noche" (Capítulo 5)
Guía de lectura del capítulo 5 de la novela "Nuestra parte de noche", por Mariana Enríquez
El pozo de Zañartú, por Olga Gallardo, 1993
En este capítulo se cambia el tono narrativo y leemos, más que una novela, una crónica de investigación periodística. Olga Gallardo es quien nos la relata. Su trabajo como periodista la lleva, junto a una comitiva de varios colegas, a visitar una de las las excavaciones en la denominada Casita de Zañartú, un centro clandestino de detención durante la dictadura militar argentina. Un juez ha decidido exhumar los restos de las personas que allí yacen para poder averiguar sus identidades y circunstancias de muerte. El equipo de antropólogos forenses ya ha dado con más de diez cuerpos sin identificar, pero queda mucho trabajo todavía.
La cronista conoce a los únicos sobrevivientes de la masacre: Agustín Pérez Rossi y Mónica Lynch. A raíz de algunas entrevistas que consigue hacer con los lugareños, conocemos la historia de Liliana Falco, militante y miembro del Ejército de Liberación. Liliana llamaba mucho la atención en el lugar porque –además de su estilo refinado, tez blanca y cabello rubio– tenía una niña pequeña. Su pareja, Eduardo, también era de la capital. Liliana había ido ya embarazada a poner en marcha la operación guerrillera en los yerbales del norte, y la niña nació allí mismo, en un hospital de Puerto Iguazú.
Poco a poco Olga Gallardo se va haciendo de la confianza de los familiares de los desaparecidos, que esperan pacientemente –aunque con mucho dolor– conocer alguna pista del destino de sus seres queridos. El reconocimiento de los restos es una tarea que lleva tiempo. La mayoría de los militantes que participaban de la guerrilla eran de Buenos Aires o de las ciudades cercanas, aunque hay también algunos de la zona, como una mujer que era esposa de un capataz de la estancia de los Reyes Bradford. Lo mataron por apoyar un intento de huelga en el yerbatal para mejorar las condiciones de trabajo en las plantaciones.
Entre los familiares le llama la atención una mujer de rasgos finos y de mirada esquiva. Es la madre de la niña que había sido secuestrada, en circunstancias muy misteriosas, en Buenos Aires, hace unos diez años atrás. El caso de la niña Adela, la niña a la que le faltaba el brazo. La va rodeando para ganarse su confianza y en una conversación le revela su verdadero nombre: Beatriz Bradford, alias Liliana Falco. Olga Gallardo había dado con la madre de Adela.
El foco de la investigación cambia cuando una noche, borracha, le confiesa algunos detalles de aquella noche en Puerto Reyes, cuando llegó aterrada con Adela en brazos escapando de las fuerzas militares. Le cuenta también lo que sucedió después, la visita no autorizada al Ceremonial y de cómo Juan, en una ofrenda a la Oscuridad, le entregó el brazo de Adela. La cronista no tiene elementos racionales para creer en la historia.
El nuevo caso la obsesiona, y de regreso a Buenos Aires decide investigar más sobre la desaparición de Adela. Rastrea a algunos de los personajes (la madre de Vicky, la abuela de Adela –madre de Eduardo Álvarez–, la familia Fonzi) pero nadie quiere recordar nada sobre aquel suceso. Contacta a los pocos periodistas que habían cubierto la noticia y le confirman lo misterioso que había resultado al suceso. Los testimonios de los chicos revelaban que la casa tenía muchos más metros cuadrados de lo que podía tener en realidad, algo que iba directamente en contra de la física. Al no tener éxito decide tirar por otro lado: Gaspar Peterson. Consigue la dirección de la casa de Villa Elisa donde vive con Luis, su tío. Por alguna fuerza del destino no consigue encontrar la casa ni nadie que la ayude a encontrarla. Pareciera que algo se lo impide. Es lo que le había dicho Betty, aquella noche, borracha: Gaspar Peterson está protegido y nunca podrás encontrarlo.
Aterrorizada por otros hechos que le suceden alrededor de la búsqueda de Gaspar, Olga Gallardo concluye la búsqueda y la crónica.