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Guía de Lectura: "Nuestra parte de noche" (Capítulo 3)

Guía de Lectura: "Nuestra parte de noche" (Capítulo 3)

Guía de lectura del capítulo 3 de la novela "Nuestra parte de noche", por Mariana Enríquez

La cosa mala de las casas solas, Buenos Aires, 1985-1986

El capítulo se abre con una introducción a la vida de Gaspar en su niñez, su entorno y grupo de amigos. En el barrio todos saben que Gaspar es un niño distinto a los demás: no tiene madre, vive solo con su padre enfermo,  llevan una vida cómoda y con dinero, aunque sin lujos ni derroches. Gaspar es generoso con sus amigos y mucho más maduro que los niños de su edad.

Diana, la perra de su amiga Vicky se pierde y todos los amigos la ayudan a buscarla. Gaspar se va haciendo más autoconsciente de la condición económica de su familia, que es, básicamente, millonaria. Por otra parte, la relación con Juan, su padre, es cada vez más errática debido a sus recaídas de salud. Por este motivo Gaspar pasa gran parte del día con sus amigos, en el colegio o en el club.

Mientras avanza el capítulo conocemos un poco más sobre Rosario Reyes Bradford, madre de Gaspar y pareja de Juan; sus estudios en antropología y creencias populares del noreste argentino. Gaspar hacía muchos esfuerzos por poder recordar algo de ella, pero sin lograr traer ninguna imagen.

Gaspar sigue preocupado por la perra de Vicky, y al dormirse, intenta pensar fuertemente en ella para pedirle que regrese. Sin saberlo, convoca su espíritu durante un sueño, y se despierta sobresaltado por su padre. Éste le dice que “no hay que mantener vivo lo que está muerto” y Gaspar comprende que sus capacidades van más allá.

Pablo, al ir a buscar a su amigo Gaspar a casa es testigo involuntario de un encuentro sexual entre Juan y Esteban, que lo deja muy perturbado. Conocemos un poco más sobre la casa abandonada del barrio, lugar al que todos, incluso los adultos, tienen temor y desconfianza. Según los vecinos allí vivían dos ancianos, que aparentemente, murieron con alguna demencia. Era común verles pasear desnudos o en situaciones extrañas.

Gaspar tiene un encuentro muy inquietante con su padre, que le enseña con sorpresa y felicidad una caja llena de párpados secos. Esto le provoca asco y repulsión. Recuerda una vez en la que su padre lo encerró por días en una habitación de la casa. Lo había visto salir por las noches hacia la casa abandonada de la calle Villareal, y había decidido seguirlo. Su padre lo descubrió rápidamente, y como castigo, le dio encierro de forma violenta.

Por el cumpleaños de su amiga Adela, Gaspar una caja de ilusión para poder rascarse el brazo que le falta, el “miembro fantasma”. Queda un poco decepcionado porque ella se molesta. Más tarde sabrá que no fue con él, sino con su madre y los médicos que nunca le habían ofrecido ese artilugio para calmar los dolores y la picazón. Caminando de noche por el barrio, ambos fantasean con entrar un día a visitar la casa abandonada.

En un paréntesis de la historia, conocemos la historia de la niña Omayra, de la localidad de Armero, en Colombia, que deja estupefacto al grupo de amigos. La niña estuvo tres días atrapada en el medio del lodo tras una inundación y su agonía pudo seguirse por todos los telediarios. Su mirada –negra, sin pupilas por la sangre acumulada– se les queda grabada a todos. Vicky es la que más queda sugestionada con la historia, y le despierta temores, ansiedad, problemas respiratorios y un zumbido extraño que no puede quitarse de los oídos. Poco tiempo más tarde se da cuenta que el zumbido proviene de la casa abandonada.

La salud de Juan empeora, lo que provoca dos cambios importantes en la rutina de Gaspar: no irá de vacaciones con los Peirano y sus amigos a la Patagonia, y recibe la noticia de que su tío Luis –al que solo conoce de llamadas telefónicas y regalos de cumpleaños– vendrá a casa a hacerse cargo de él. Juan es finalmente ingresado en el hospital, lo que hace que Gaspar pase más tiempo en su casa junto a Esteban. Al principio se miden con mucha distancia, pero poco a poco la confianza se abre paso entre ellos. Esteban comparte con Gaspar algunos recuerdos de Rosario, su madre, como por ejemplo sus gustos musicales y la vida que llevaba en Inglaterra en su época de estudiante.

Entramos ahora en un punto importante de la historia. Al salir del hospital, ya recuperado, Juan le promete a Gaspar ir a pasar unos días juntos al campo. A Gaspar le entusiasma la idea. Preparan la partida y Gaspar viaja solo, en un vehículo distinto al de su padre. Le pareció raro, pero él estaba acostumbrado a las rarezas de su familia.  Al despertar, Gaspar se encuentra solo, en una habitación desconocida, lleno de dolor, confundido y con una gran marca en uno de sus brazos. Una marca de manos o garras como la de su padre. Pensó que estaba secuestrado, intentó una maniobra de escape pero enseguida aparecieron la Dra. Biedma y Juan. Le dijeron que había sufrido un accidente de camino a la quinta, en la carretera. Gaspar no les creyó. Tenía algunos flashes de memoria y estaba convencido de que le habían hecho algo. Para tranquilizarlo, lo llevaron al hospital donde supuestamente estuvo ingresado tras el accidente. Allí pudo ver algunas radiografías que llevaban su nombre y fecha de pocos días atrás. Las evidencias no parecían convencerle y Gaspar creía todavía en el engaño. Poco a poco se fue recuperando y ganando más confianza con Esteban y con Tali, aunque la relación con su padre seguía siendo todavía fría y distante.

Semanas más tarde, al volver a su casa, Gaspar se reencuentra con Vicky, Pablo y Adela. Todos habían vuelto de las vacaciones, y lo encuentran parco y hostil, recuperándose todavía de su “accidente”. Lidia, la madre de Vicky, le confiesa a los amigos que el padre de Gaspar no está nada bien y que puede ser que muera pronto, por lo que tendrán que tener paciencia con Gaspar y acompañarle en todo este proceso.

En la noche, Juan se muestra más receptivo hacia Gaspar y le pide que lo acompañe a tirar las cenizas de Rosario, su madre. Dice que las condiciones de la noche son inmejorables, y que ya no le hace falta tenerlas en la casa, que está protegido. Se dirigen a la Costanera Sur, una zona de la ciudad bastante agreste y con acceso a la costa del Río de la Plata. La noche es dócil pero con una oscuridad penetrante. Gaspar teme no poder pasar porque sabe que las puertas del predio están cerradas. Pero Juan le pide que confíe y que las abra. Gaspar se da cuenta de que tiene el poder, con relativamente poco esfuerzo, de abrir las puertas sin necesidad de llaves ni otros artilugios. En un ritual improvisado por Juan dejan las cenizas de Rosario en el agua del río. Gaspar se siente reconfortado y poderoso.

En el círculo de amigos hay novedades. Adela les confiesa a los chicos que su padre es un desaparecido, una de las miles de personas de las que se desconoce su paradero como víctimas de la dictadura militar. Se lo confesó su madre, Betty, algo borracha durante las vacaciones en la Patagonia. Le dijo, incluso, que ella cree que se oculta en la casa abandonada de la calle Villareal.

Atemorizado por una muerte repentina, y a pesar de las advertencias de su padre, Gaspar contacta con su tío Luis. Este hecho enfurece a Juan, que en rapto de violencia golpea y corta a Gaspar con los vidrios de la ventana de su casa. Gaspar queda aterrorizado: no solo por la gravedad de sus heridas sino porque cree que su padre ha intentado matarlo. Huye de la casa para intentar pedir ayuda, pero las calles están vacías. Consigue llegar a la casa de Pablo, y éste lo lleva en motocicleta al hospital. Por la gravedad y profundidad de la herida tienen que practicarle una cirugía. Gaspar inventa una excusa para ocultar la lucha con su padre, una simple y tonta caída de la escalera, que por supuesto, Pablo no cree. Al volver a casa Juan le confiesa a Gaspar que todo lo que hizo, lo hizo para protegerlo y defenderlo. La situación de salud de Juan empeora, y llega entonces su hermano Luis a quedarse en casa con Gaspar. Para él es una buena noticia: su tío trae otra energía y actitud a la casa.

Desde antes del verano Gaspar le había prometido a Adela que en primavera entrarían a la casa abandonada. Finalmente, el día había llegado. Estaban todos nerviosos, especialmente Vicky –que era la que sentía los zumbidos– y Gaspar. Adela estaba muy ansiosa por entrar, ya que buscaba pistas sobre su padre desaparecido. Gaspar, echando mano de sus poderes, consigue abrir las puertas que estaban cerradas con candados. Al entrar a la casa todo se distorsiona, todo se revuelve, es como si entraran en una nueva dimensión espacio-tiempo. Los chicos comienzan a ver y sentir voces y elementos muy oscuros y tenebrosos. Adela parecía no temerle a nada, y casi como sabiendo lo que le esperaba, saluda a los otros chicos y decide meterse en una puerta que ya nunca se pudo abrir. La casa había engullido a Adela, y los chicos, aterrorizados, y sin nada que poder hacer, lo único que intentan es salir con vida. La desaparición de Adela fue un shock para todos. Especialmente para Gaspar, que se sintió culpable de haberla llevado a la casa y de no poder retenerla lo suficiente para evitar que se meta dentro de las habitaciones.

La salud de Juan se torna irreversible, y ya todos esperan que llegue su final. Gaspar está obsesionado en intentar comunicarse, aunque sea de forma mínima, con su padre para pedirle pistas y encontrar el lugar donde está Adela, pero no consigue nada.

Juan Peterson muere una madrugada, con los ojos plenamente negros, como la niña Omaira.


Contexto histórico del capítulo

Una democracia endeble y una economía frágil

Este capítulo transcurre en Argentina durante los primeros años de la democracia, recuperada tras la elección de Raúl Alfonsín como presidente de la Nación en 1983. La herencia económica de la dictadura militar era nefasta. El país tenía una alta deuda externa y un déficit fiscal galopante. A estos problemas se le suma la inflación, que estaba fuera de control en gran medida debido a la emisión excesiva de dinero durante la dictadura militar.

En 1985, el gobierno implementó un plan económico conocido que incluía la creación de una nueva moneda, el Austral, en un esfuerzo por controlar la inflación. Inicialmente, este plan tuvo cierto éxito al estabilizar los precios y reducir la inflación, pero la economía siguió siendo frágil. A medida que avanzaba 1986, los problemas económicos volvieron a emerger. A lo largo del capítulo se menciona en varias ocasiones las fábricas cerradas en el barrio de Gaspar. La economía argentina seguía lidiando con una deuda externa abrumadora y presiones inflacionarias. Además, hubo tensiones laborales y huelgas en sectores clave, lo que afectó la producción y la estabilidad económica.

En 1987, Argentina se encontraba nuevamente en una crisis económica aguda. La inflación estaba aumentando nuevamente y las medidas tomadas para controlarla no estaban funcionando eficazmente. Además, la situación política también se volvía más compleja, con descontento social y un clima de incertidumbre.

El mundial de fútbol México 1986

A pesar de que la joven democracia argentina estaba envuelta en graves problemas económicos y políticos, la gente encuentra una bocanada de aire fresco en la selección nacional de fútbol, que estaba disputando el Mundial de México 1986.

Este mundial tiene un lugar muy especial en el corazón de todos los argentinos, no solo por haber sido campeones del torneo (que sería el segundo campeonato del mundo para el país) sino por la actuación de Diego Maradona. El 10 dejó una huella indeleble en el torneo, marcando dos de los goles más famosos de la historia del fútbol: el "Gol del Siglo" contra Inglaterra en los cuartos de final y el "Gol de la Mano de Dios", en el mismo partido. Argentina ganó el torneo al vencer en una final electrizante a Alemania Occidental por 3-2.

Además de la actuación de Maradona, el Mundial de 1986 también se caracterizó por su ambiente festivo, la pasión de los aficionados mexicanos y algunos partidos emocionantes. Fue una edición en la que el fútbol latinoamericano brilló, con equipos como Argentina, México y Uruguay llegando lejos en el torneo.

El mundial de fútbol es una válvula de escape para Gaspar, que está preocupado por la salud de su padre. También, por supuesto, lo es para sus amigos y todo el barrio. Lo es tanto que “Gaspar recordaría ese día [el de la final de la Copa del Mundo], y esa noche, como el último día feliz en muchos, demasiados años.”