Por qué hay que ver ‘Street Food: Latin America’ en Netflix
El otro día encontré esta serie en Netflix y no pude parar de mirarla. Me gustó mucho principalmente por lo que no es. No es una serie sobre comida o sobre cómo cocinar. Ni siquiera hay recetas. No es una serie sobre tendencias foodies (¡qué horror!) ni fusión posmoderno de alimentos. Street Food: Latin America es una docuserie sobre personas que cocinan con un nivel de talento extraordinario. Y subrayo lo de personas, y no digo “chefs”, porque cada episodio es una historia maravillosa de gente enseñando su arte desde su modesto puestito o rincón callejero. No estudiaron cocina ni administración gastronómica, pero dan de comer a cientos de personas por día.
Las historias son breves pero intensas en emoción. Profundas y sinceras. Los episodios, de unos 30 minutos, nos van llevando de ciudad en ciudad (en esta primera temporada, Buenos Aires, Salvador, Oaxaca, Lima, Bogotá y La Paz) y nos van introduciendo a sus protagonistas y los platos que cocinan en la calle.
Con el correr de los episodios uno advierte rápidamente que todos tienen algo en común: han encontrado en la cocina su talento natural, casi originario, y gracias a ello, la forma de ganarse la vida. Gracias a las redes sociales estos cocineros se hicieron famosos y comenzaron a recibir más gente en sus puestos, incluso extranjeros, que quería probar e instagramear sus humildes platos. Ellos miran ese acontecimiento con cierta indiferencia, y hacen bien. Sus historias son de empoderamiento –del real, no el de las frases de periódico– al encontrar en la cocina –y en la calle, importante decirlo– una forma de podes subsistir, sacar a su familia adelante o escapar de la violencia doméstica. Me parece increíble como el acto de cocinar puede ser tan liberador.
Me gustan estas historias porque reflejan el talento pero no desde el enfoque de la competencia. No es un concurso, no hay jurados ni eliminaciones como los Masterchef y todos sus sucedáneos. ¿Por qué esa necesidad de poner a todo el mundo a competir, incluso hasta para hacer un choripán? No lo soporto.
Pongan Netflix y dense un paseo, aunque sea virtual, por la diversidad de la cultura gastronómica de Latinoamérica. Deléitense con unos anticuchos o una feijoada, con una fugazzeta porteña o un ajiaco en Bogotá. Miren ese festival de colores, sabores, aromas e historia que amasa nuestra gente. La gente de los puestitos, de las calles, de la tierra.