‘The Handmaid's Tale’, de Margaret Atwood
El estruendo luego de leer esta historia es es muy grande. Al mismo nivel de 1984 de George Orwell o La naranja mecánica, de Anthony Burgess. El cuento de la criada (o The Handmaid’s Tale, la versión original en inglés que leí) es una obra llena de simbolismos.
Vamos a tratar de hacer un escueto resumen de la trama.
El tiempo no es preciso, pero los hechos ocurren en el cercano presente de la fecha de publicación del libro (digamos mitad de los años ochenta). Un atentado provoca la muerte del presidente de los Estados Unidos y de una parte de los miembros del Congreso, situación que provoca un vacío de poder y un golpe de estado. Quienes están detrás de este hecho son Los hijos de Jacob, una facción política ultra conservadora y religiosa que pide restaurar el orden y la moral (como ocurre en todos los golpes de estado) y construir un régimen teocrático que ordene a la sociedad de acuerdo a preceptos bíblicos. En pocas palabras, una sharia pero cristiana.
El punto es que por determinadas causas ambientales (polución, radiación, mucho no se sabe) la fertilidad de las mujeres ha caído a límites bajísimos, lo que pone en peligro el mantenimiento de la población.
Las pocas mujeres que conservan la fertilidad –las criadas– se convierten en un bien escaso y son “confiscadas” –sí, como si fueran objetos– por el Estado para su distribución a los comandantes, que son los jerarcas del gobierno. El Estado de Gilead (así es rebautizado el país) sufre además una completa reorganización de sus estructuras sociales, dividiendo a la población en castas con una función y reglamentos muy específicos para cada uno. El régimen se mantiene, entre otras cosas, gracias a una fuerte vigilancia y control por parte del gobierno. De esta tarea se encargan los ojos, agentes infiltrados en cada rincón del país. Además, hay nuevo código penal y nuevos delitos, como por ejemplo la traición de género, que persigue a homosexuales e infieles.
No obstante, las mujeres son las que se llevan la peor parte en esta distopía. Despojadas de (casi) todos sus derechos, ya no pueden leer ni escribir, no pueden manejar dinero, tener un trabajo o desplazarse de forma libre. Hasta son despojadas de sus propios nombres, pasando a adoptar el nombre de su dueño, es decir, el comandante. Todas las criadas son obligadas, una vez al mes, a participar de un ritual que llaman “la ceremonia”, donde son violadas por los comandantes en presencia de sus esposas. Todo muy normal.
Esta novela nos narra entonces la vida de Offred (‘de Fred’), una criada que se rebela contra este sistema y lucha por volver a recuperar su dignidad y su pasado.
Dice Offred sobre los nombres:
"My name isn’t Offred, I have another name, which nobody uses now because it’s forbidden. I tell myself it doesn’t matter, your name is like your telephone number, useful only to others; but what I tell myself is wrong, it does matter. I keep the knowledge of this name like something hidden, some treasure I’ll come back to dig up, one day. I think of this name as buried. This name has an aura around it, like an amulet, some charm that’s survived from an unimaginably distant past."
No voy a contarles más porque sería revelar bastante de la historia, pero hay que reconocer que es una obra muy profunda. Hay aristas para hablar e indagar durante muchas horas, y siendo un libro de una extensión bastante normal (unas 300 páginas) crea un mundo complejo y muy rico. Atwood se marca una historia como pocos podrían escribir.
Sin embargo, hay un tema que me gustaría resaltar antes de cerrar esta reseña. Desde su publicación en 1985 (y mucho más de forma reciente) se clasificó a El cuento de la criada como una novela feminista, y la verdad es que no se muy bien el motivo. Personalmente disiento con este punto y co creo que sea una novela feminista, ya que la solidaridad de género es prácticamente inexistente.
A ver si me explico. Durante gran parte de la novela las mujeres –sin duda quienes peor lo pasan en Gilead, según lo vemos en la trama– no reciben muestras de solidaridad ni ayuda de otras mujeres. De hecho, casi ni se ayudan. Se envidian, recelan y desconfían (salvo algún caso concreto por amistad previa). Es cierto también que es algo que el régimen motiva (la “denuncia” de cualquier cosa rara que las criadas vean) pero no se percibe una conciencia de género muy marcada, ni en Offred ni en el resto de criadas o mujeres. Offred no quiere salir de Gilead para volver a ser mujer, quiere salir de Gilead para volver a ser una persona.
Dice Offred:
"Every night when I go to bed I think, In the morning I will wake up in my own house and things will be back the way they were. It hasn’t happened this morning, either."
Por lo tanto, más que un libro o una historia feminista El cuento de la criada es una historia sobre el poder. Hay más puntos de contacto entre esta historia y Hannah Arendt (ver Los orígenes del totalitarismo) o con Michel Foucault (y los usos y no-usos del cuerpo) que con cualquier postulado feminista.
Por lo menos, así lo veo yo.
Valoración: Brutal. Una obra magnífica, llena de simbolismos y con un final como pocos. Imprescindible.
THE HANDMAID’S TALE
por Margaret Atwood
Editorial HOUGHTON MIFFLIN HARCOURT
Primera edición: 1985
311 páginas