Quise dejar el Kindle y no pude conseguirlo
Hace tres años decidí leer en el Kindle todo lo que leo. Pero un día quise salir del entorno de Amazon, y me di cuenta que es muy difícil. Aquí os cuento el porqué.
Hace ya más de tres años que decidí leer en el Kindle todos mis libros. Pasarme a lo digital, a su liviandad, las notas exportables y la comodidad de leer por las noches con su pantalla iluminada. Todo era felicidad y todo era goce hasta que decidí buscar un lector de ebooks con una pantalla más grande que las modestas 6 pulgadas que tenía mi veterano Kindle Voyage. Allí empezó el calvario.
Tras leer decenas de reseñas, vídeos en YouTube y meterme en foros sobre ebooks decidí comprar un Kobo Forma, del fabricante japonés Rakuten. Había tomado la decisión de dejar el Kindle y pasarme no solo a otro fabricante, sino también a otro proveedor de libros. Estaba preparado para dar el paso. Su pantalla, de 8 pulgadas, es bastante más grande que la del Kindle Voyage y se convirtió en el factor decisivo de mi compra. El competidor más cercano, el Kindle Oasis no llega a igualarlo: su pantalla mide 7 pulgadas. Si nos vamos a los precios, la oferta de Amazon por el Kobo Forma era de €279 y el Oasis €249. Ambos con 8 gigabytes de almacenamiento y WiFi.
Pedí el Kobo por Amazon (ironías aparte) y gracias a la rápida y eficiente entrega de Amazon Prime lo tenía al día siguiente en casa. Para ser el lector ‘tope de gama’ de Kobo –recordemos, casi unos 300 euros– el packaging es austero aunque funcional. La calidad de los materiales también, la pantalla grande se hace notar pero no hay superficies simil metal o que den sensación de producto premium.
Hasta ahí bien, vamos a decir, en el orden de lo esperado. Enciendo el Kobo Forma y los primeros minutos se fueron en familiarizarse con la interfaz (también correcta) y con la experiencia de pasar las primeras páginas, revisar la tienda y ajustar la configuración del dispositivo.
Me descargué un libro de pruebas para probar leer algo real y allí fue cuando comenzó la decepción. A los pocos minutos comencé a notar una banda más oscura, un difuminado en uno de los costados que cubría de punta a punta todo el lateral de la pantalla. Intenté convencerme con algo como “debe ser hasta que se ajuste el sensor de luz la pantalla”, pero no. La banda seguía. Y fue notarla y no poder dejar de verla todo el rato.
Busqué en google si había reportado alguien algún problema similar y sí, evidentemente es un fallo de fábrica. Muchos Kobos tienen el light bleed issue, un problema técnico que hace que haya “sombras” en las esquinas o bordes de las pantallas. Mucha gente aprende a convivir con ellas, mientras que algunos otros piden el recambio. No llevaba ni siquiera una hora con el Kobo y ya me quería deshacer de él. Me parece inaceptable pagar casi 300 euros por un producto cuya función es leer y tiene deficiencias en su pantalla. Punto final.
Así que decidí volver a dejar todo en su sitio, empaquetarlo otra vez y llevarlo al correo para devolverlo a Amazon. No llegué siquiera a tomarle fotos. No estaba enojado con Kobo por hacer un producto mediocre. Estaba enojado conmigo mismo por haber pensado que era un producto superior al que estuve usando los últimos años. Gestioné la devolución y a las pocas horas tenía devuelto mi dinero en mi cuenta de Amazon. Con él me compré un Kindle Oasis nuevo, que llegó al otro día y con el que estoy encantado (pronto prometo reseña).
Así termina esta historia, amigos. Quise dejar de leer en el Kindle y no pude. No porque el producto sea malo, sino porque hoy no hay un producto que sea mejor.
Moraleja: Amazon fabrica hoy los mejores libros electrónicos del mercado, y visto lo visto, lo será por mucho más tiempo.