‘Para acabar con Eddy Bellegueule’, de Édouard Louis
A ver cómo se los cuento. Comienza de esta forma:
"De mi infancia no me queda ningún recuerdo feliz. No quiero decir que no haya tenido nunca, en esos años, ningún sentimiento feliz o alegre. Lo que pasa es que el sufrimiento es totalitario: hace desaparecer todo cuanto no entre en su sistema."
Esta historia, un relato autobiográfico crudo y letal, nos lleva a un rincón actual de la Francia profunda, a un pueblo deprimido por el paro, la violencia y el costumbrismo. Es en este pueblo del norte es donde nace y crece Eddy Bellegueule (que luego cambiará su nombre por Édouard Louis), un niño que desde muy temprano se sabe homosexual y sufre por la mera condición de serlo. Siempre se sintió raro, siempre sintió que no encajaba y no sabía porqué.
En sus palabras:
"Mis padres lo llamaban «darse aires», me decían Deja ya de darte aires. Se preguntaban ¿Por qué se porta Eddy como una tía? Me ordenaban: Cálmate. ¿No puedes dejar de gesticular como una loca? Creían que yo había elegido ser afeminado, como si fuera una estética personal a la que me hubiera apuntado para disgustarlos. Sin embargo, yo tampoco sabía las causas de por qué era así. Me dominaban, me ataban esos modales y no escogía aquella voz aguda."
Su entorno no ayuda en absoluto. Sus padres no tienen trabajo, viven de ayudas del gobierno en condiciones de pobreza material y cultural importantes, sufre bullying en el colegio y la discriminación de todos sus compañeros. Pero sobre todo, sufre porque no sabe qué es lo que le pasa y cómo lidiar con ello.
Dice Édouard Louis sobre su madre:
"A veces me preguntaba con tono aséptico y distante cómo me había ido el día. No era frecuente, no entraba en sus costumbres. Era madre casi a su pesar, una de esas madres que han sido madres excesivamente pronto."
Y un mínimo retrato de su padre, que tiene un rol especial en toda la historia:
"Yo veía a mi padre, cuando alguna de nuestras gatas paría, meter a los gatitos recién nacidos en una bolsa de plástico del supermercado y pegar con la bolsa contra un bordillo de cemento hasta que la bolsa se llenaba de sangre y ya no se oían maullidos. Lo había visto degollar cerdos en el jardín y beberse la sangre aún caliente, que recogía para hacer morcillas (sangre en los labios, en la barbilla, en la camiseta). Esto es lo bueno, la sangre cuando acaba de salir del bicho mientras revienta."
Pero por sobre todas las cosas, violencia. Mucha violencia física, verbal y emocional. Machismo, alcoholismo, xenofobia y discriminación al diferente:
"Así que por eso es por lo que tu padre no habla de aquello, de aquel viaje que hizo, cuando vivió en el sur, porque no deja de ser raro, no es lógico, dice que hay que matar a los moros y, cuando vivía en el sur, su mejor amigo era un moro. Te digo esto porque no entiendo que tu padre sea así de racista, yo no soy racista, es verdad que a los moros y a los negros les dan todas las facilidades y se quedan con todo nuestro dinero del Estado, pero eso no quiere decir que yo sea partidaria de matarlos o que quiera colgarlos o mandarlos a campos de concentración, como tu padre."
Eddy quería escapar de todo ese lugar. Sabía, en algún punto, que no era su sitio:
"Había que salir huyendo. Pero de entrada a uno no se le ocurre espontáneamente huir porque no sabe que existen otros sitios. No sabe que la huida es una posibilidad. Al principio intenta ser como los demás, y yo intenté ser como todo el mundo."
Édouard Louis no ahorra detalles para contarnos cómo vivía, cómo era su casa, las costumbres del pueblo o cómo pasaban el tiempo. Se quita de cualquier tipo de vergüenza y prejuicio para escupirnos en la cara la miseria de su vida, sin miramientos y de forma directa. Todo el libro es un desahogo permanente. Una necesidad extrema de sacarlo fuera, de acabar con Eddy Bellegueule.
La cuestión es que gracias a la ayuda de sus profesores del colegio consigue apuntarse en un taller de teatro en un pueblo vecino. Caminaba 15 kilómetros todos los viernes para poder tener sus minutos de libertad, física y emocional. Casi sin saberlo, eso sería lo que le abriría las puertas a un nuevo futuro en el Liceo de Amiens, la capital de la provincia. Ése sería finalmente su pasaporte a una nueva vida, que lo tiene hoy como un escritor reconocido y un intelectual (Édouard Louis se doctoró en Sociología, estudiando los fenómenos de clase).
Pero cuidado, que esta no es una historia de “autosuperación”, o de “miren desde dónde salí y hasta dónde he llegado”. Nada de eso. Es, como dice el título, un paso necesario para acabar finalmente con Eddy y poder pasar a ser otro. Un renacimiento, una nueva persona.
Édouard Louis lo hace en este libro de la forma más extrema (¿o quizá no haya otra?) que es quemando el puente. Sin mirar atrás. Y le ha valido la pena.
Valoración: Un grandísimo libro, tan grande como crudo. Lo recomiendo muchísimo. Ni bien terminé de leerlo no pude dejar de saber más sobre Édouard Louis y cómo vive hoy. Miré decenas de entrevistas, charlas y reportajes. Leí otras reseñas de este libro –algunas con análisis muy buenas y otras no tanto, donde lo tratan hasta de víctima y traidor de clase (!)– pero si hay algo bueno de él es que te deja pensando que en el presente, hoy y ahora, hay muchos Eddys por allí. Y sobre todo, muchos padres de Eddys que explican la discriminación, xenofobia y violencia.
PARA ACABAR CON EDDY BELLEGUEULE
(EN FINIR AVEC EDDY BELLEGUEULE)
por Édouard Louis
Editorial SALAMANDRA
Primera edición: 2014
192 páginas