Ernesto Sabato: un hombre al que le dolía un país
“Tenemos que re-aprender lo que es gozar. Estamos tan desorientados que creemos que gozar es ir de compras. Un lujo verdadero es un encuentro humano, un momento de silencio ante la creación, el gozo de una obra de arte o de un trabajo bien hecho. Gozos verdaderos son aquellos que embargan el alma de gratitud y nos predisponen al amor. La sabiduría que los muchos años me han traído y la cercanía a la muerte me enseñaron a reconocer la mayor de las alegrías en la vida que nos inunda, aunque aquélla no es posible si la humanidad soporta sufrimientos atroces y pasa hambre.” - La Resistencia (2000)
A pesar de haber leído gran parte de su obra de novela, siempre me llegaron de una manera más profunda sus ensayos, cargados de un humanismo sincero y posible. Sus críticas al individualismo, a la sociedad moderna y su re-significación del tiempo, los vínculos, el diálogo, la vida, la muerte.
Me queda el recuerdo de haber leído La Resistencia, uno de sus últimos ensayos publicado en la siniestra víspera del descalabro argentino de los años 2000, de un tirón, una noche de invierno y frente a una pantalla. No pude dejar de leerlo hasta terminarlo, envuelto en lágrimas y con un nudo en la garganta. Un nudo similar al que, imagino, sintió siempre, en todo tiempo e instancia, ante cualquier suceso de su país, sea documentando la barbarie en la CONADEP, la infamia neoliberal o los trágicos autoritarismos.
Creo que Ernesto Sabato, además de un hombre de letras y libertad, fue una persona a la que le ha dolido la Argentina. No pocos pueden tener el honor de ser reconocidos por algo así.
Querido Ernesto, seguiremos resistiendo. De eso se trata la vida en estos años que nos tocan.