El poder de los introvertidos
Uno de los mejores libros que leí el año pasado fue Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking. Honestamente fue todo un hallazgo y una lectura que además de abrirme el interés por este tipo de temas me ayudó a identificar rasgos de mi propia personalidad que no había notado hasta el momento.
Si alguna vez les dijeron que eran callados, reservados, serios, tímidos, que “viven en su mundo” o incluso antisociales, no desesperen. Lo más probable es que sean introvertidos y no hay nada de malo en eso. A lo largo de Quiet Susan Cain explora el mundo de la psicología personal –muchas veces desde su propia experiencia– y el peso que nuestra personalidad tiene en todo lo que nos rodea.
Cain —cuya TED Talk sobre el tema ya supera las 11 millones de reproducciones— dice que nuestras vidas están profundamente marcadas por nuestra personalidad, a un nivel tan profundo como nuestras características fenotípicas –lo mal llamado «raza»– o el género. Y la personalidad, de acuerdo a Carl Jung y tomándolo como algo muy general, siempre cae en algún punto del espectro introvertido—extrovertido. La teoría sostiene que el lugar que ocupemos a lo largo de esa recta afectará mucho nuestras vidas y decisiones, desde cómo elegimos amigos y parejas, cómo comenzar una conversación, resolver diferencias con otras personas, demostrar afecto, las carreras profesionales y hasta las chances de tener éxito o fracasar en ellas. Cain muestra que introversión y extroversión están marcados en nuestros circuitos neuronales, allá muy al fondo y en un rincón de nuestro cerebro.
Probablemente el peor error en el que pueda caerse a la hora de evaluar los perfiles de personalidad es confundir a los introvertidos con “antisociales” y a los extrovertidos con “pro sociales”. Ninguna de esas apreciaciones son correctas. Hay mucho estigma y desprecio hacia las personas que prefieren disfrutan de estar solas (incluso hay quienes lo creen imposible), o no se sienten cómodas en grupos muy grandes o en una fiesta. Definitivamente, ambos tipos son sociales, aunque de forma diferente. También muchas veces se confunde al introvertido con el “tímido”, otro error. Dice Cain que la timidez —el miedo a la desaprobación social y la humillación— es “inherentemente dolorosa” mientras que la introversión no lo es.
Los introvertidos son personas que disfrutan y se sienten inspiradas al estar solas, al interior de sus reflexiones y poniendo foco en los que les interesa. No es que teman a la interacción social o al diálogo —de hecho suelen articular muy bien el habla y sus armas— pero es que simplemente prefieren disfrutar de la compañía de sus ideas. ¿No hay nada malo en eso, verdad?
EL PODER DE LOS INTROVERTIDOS
(QUIET: THE POWER OF INTROVERTS)
por Susan Cain
Editorial RBA Bolsillo
Primera edición: 2015
464 páginas
Introvertido se nace y se hace
Más allá de los factores sociales y culturales que tienen mucha influencia, Cain nos ofrece algunas pistas acerca del origen biológico y genético de la introversión. De la mano de los estudios y trabajos de Jerome Kagan, uno de los pioneros de la psicología del desarrollo, nos relata a lo largo de los capítulos la manera en que nuestra naturaleza afecta la forma de ser sociales que desarrollamos a lo largo de nuestra vida.
La clave parece estar en lo que controla nuestra amígdala, una porción cerebral que se encarga de gestionar nuestras reacciones más naturales y primarias, como las emociones y el miedo. La amígdala es una de las partes de lo que se llama sistema límbico, o cerebro viejo, y como homínidos nos acompaña desde miles de años atrás. Gracias a sus circuitos es que podemos reaccionar ante una amenaza (ya sea de un predador o una pelota que se nos acerca hacia la cara) y responder con la clásica lucha o huida. Durante esos momentos también controla gran parte de nuestra actividad sensitiva para permitirnos analizar los factores del entorno, ya sean la luz, ruidos, amenazas del terreno en caso de que tengamos que huir, etcétera.
Kagan suponía que el tamaño y desarrollo de la amígdala determinaba de alguna manera a las personas con alta sensibilidad al entorno —los típicos introvertidos— y llevó a cabo algunos experimentos con niños y adolescentes durante más de 20 años para tratar de demostrarlo. Los bebés que reaccionaban más efusivamente a factores estímulo del ambiente como un globo que explota, ruidos o visitas de personas extrañas tenían mayores valores en dilatación de las pupilas, pulso sanguíneo, tensión de las cuerdas vocales, cortisol en saliva, etc. Esto es, la amígdala haciendo su trabajo. Con el correr del tiempo, estos bebés más sensibles tendían a desarrollar comportamientos mas del orden de la introversión que el resto.
Por lo tanto, gracias a estos estudios podemos saber que hay un origen biológico en la formación de nuestra personalidad, y ésta no está influenciada solamente por los rasgos culturales o de educación recibida desde niños.
Peligrosas instituciones
El gran problema es que muchos de los atributos de los extrovertidos son moldeados y fomentados desde las mismas instituciones. La escuela, –el primer espacio de socialización– ya desde pequeños nos obliga a “trabajar en grupo”, a “salir del rincón” y a participar en clase levantando la mano y hablando a todo el resto de los compañeros. La mayoría de las veces no importa lo que se dice, sino el acto en sí mismo[1]. Ésos son los comportamientos que más se ponderan y promueven, aunque no todos los niños encajen con ese ideal.
Muchos años más tarde y en el trabajo –otra gran institución que moldea el ideal de personalidad– nos encontramos otra vez con pautas a seguir para tener éxito. El empleado ideal[2] es el extrovertido, sagaz, que toma decisiones rápidamente, con buen discurso, siempre enérgico y dispuesto a tomar el protagonismo en una reunión o comité. Es también lo que se espera de un líder, y nuevamente, los que llegan a las posiciones más altas.
La arquitectura y el diseño de los espacios también se ven influenciados. Los nuevos open spaces —espacios abiertos— en las oficinas están diseñados precisamente para que los estímulos sean constantes y seguir alimentando ese ideal de organización. Claro que en la jerga estos estímulos (o sea, interrupciones) tienen un “fin positivo”, según los arquitectos y diseñadores, que es la permanente colaboración e interacción del equipo. Pero atención, ese tipo de espacios sólo sirve para interactuar a los extrovertidos. No es extraño ver en estos entornos a mucha gente trabajando con auriculares. Simplemente están reclamando su espacio de privacidad para poder poner foco en su trabajo.
Dice Steve Wozniak:
“Most inventors and engineers I’ve met are like me—they’re shy and they live in their heads. They’re almost like artists. In fact, the very best of them are artists. And artists work best alone (…) If you’re that rare engineer who’s an inventor and also an artist, I’m going to give you some advice that might be hard to take. That advice is: Work alone. You’re going to be best able to design revolutionary products and features if you’re working on your own. Not on a committee. Not on a team”.
La buena noticia es que Internet y los medios sociales ayudan bastante a los introvertidos a poder relacionarse evitando el difícil cara a cara, un terreno en el que los extrovertidos suelen sacar mucha diferencia. No hace falta buscar mucho para encontrar cientos de consejos y posts sobre este tema. Incluso Gary Vaynerchuk, un reconocido emprendedor digital, se aventura a decir que no hubo tiempo mejor que éste para que los introvertidos tomen las riendas del éxito.
Perfectos impostores
Lo curioso es que para sorpresa de muchos, los introvertidos pueden pasar completamente desapercibidos. Es una habilidad que cumplen muy bien, ya que tienen una especial capacidad para adaptarse a su entorno, y “decodificar” mucho más rápido la necesidad de cumplir un rol y comportarse de acuerdo a lo que las condiciones requieren.
En otras palabras, Cain sostiene que los introvertidos pueden muchas veces comportarse como extrovertidos si su trabajo o la situación así lo demanda, la gente con la que se sienten identificadas o cualquier otra cosa que tenga para ellos un alto valor. Para ilustrarlo, relata muchos ejemplos de profesores, ponentes y estrellas de televisión que en apariencia serían dignos del tipo ideal de persona extrovertida, pero que luego de terminar su charla o función vuelven a su estado normal de personalidad.
También esta habilidad para decodificar las “pistas” del entorno les sirven a la hora de entender a las personas. De acuerdo a estudios citados en el libro, los introvertidos tienden a ser más precisos a la hora de identificar cuándo sus parejas necesitan hablar de un tema importante o crítico para la relación, y esta sensibilidad a los factores externos también les ayudan a detectar fácilmente los estados de ánimo de personas cercanas.
Consejos
La conclusión principal del libro –y Cain lo enfatiza muchas veces– es que los introvertidos no necesitan volverse extrovertidos para poder ser felices, exitosos o llevar una buena vida. No hace falta forzar las situaciones, rendirse ante los mandatos sociales y profesionales que obligan a cumplir con un ideal de persona. Resistir a la presión de “encajar”[3] en el mundo, que muchas veces resulta difícil, es por donde se debe empezar.
Cain sugiere a todos aquellos que se identifican con la introversión que reconozcan e internalicen sus poderes –esto es, sus habilidades diferenciales– para poder aplicarlas en su trabajo o actividad, como el foco, la concentración y la creatividad, rasgos más presentes en los introvertidos.
Y para aquellos que son padres, nos deja un último consejo: no intenten forzar a sus hijos a ser como los ideales mandan. Aprendan a escuchar, observar y entender que no todos tienen porqué cumplir con esa receta. Es sólo un estándar moldeado por años de instituciones, publicidad y estereotipos. No vale la pena.
Bonus track: Introvertidos famosos
- Steve Wozniak
- Rosa Parks
- Mahatma Gandhi
- Bill Gates
- Al Gore
- Benjamín Franklin
- Warren Buffett
- Emma Watson
- Eleanor Roosevelt
- J. K. Rowling
- Marilyn Monroe
- Albert Einstein
- Marissa Mayer
- Mark Zuckerberg
- Barack Obama
- Isaac Newton
- Pablo Picasso
- Steven Spielberg
- En contraste, es interesante notar el valor que se le otorga en otras culturas —como por ejemplo la oriental— al silencio, asociada a la prudencia y la sabiduría.
- El paso de la América rural a la corporate America dejó su impronta en este aspecto. A medida que la gente migraba de los pueblos a las ciudades, se hacía necesario resaltar por sobre el resto para poder conseguir empleo (por ejemplo, vendedor en una tienda). Por eso las habilidades de persuasión y comunicación eran las más requeridas. Cursos y charlas tuvieron su época de auge. El libro How to Win Friends and Influence People de Dale Carnegie es el mayor exponente de aquel momento.
- La industria farmacéutica —siempre atenta y predispuesta— vendía en los años sesenta el compuesto Serentil, para solucionar «la ansiedad de no encajar». ↩