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El atraso de la educación digital en Argentina

Yamil Salinas Martínez
Yamil Salinas Martínez
3 minutos

Los argentinos tenemos esa trágica costumbre de alardear en nuestro vecindario sobre los altos indicadores de desarrollo que alcanzamos. Esta actitud nos ha hecho acreedores de grandes enemistades, recelos y rencores por parte de nuestros países hermanos, con los que sin embargo, compartimos el mismo destino histórico, aunque nos cueste verlo.

Históricamente, uno de los mayores orgullos nacionales (y con cierto mérito en algunos períodos del siglo pasado) fue el notable crecimiento y desarrollo de la educación argentina. Basada en los pilares de gratuidad, universalidad y libertad educativa nuestro país alcanzó niveles de alfabetización y especialización tecnológica muy avanzadas para la media latinoamericana, llegando a mediados de los 60′s al pico máximo de profesionalización científica y técnica. Lamentablemente, este período de oro de la educación pública nacional fue cerrado a los golpes en la funesta Noche de los Bastones Largos en el gobierno de facto del Gral. Onganía, acabando con el proyecto de excelencia académica en las universidades nacionales.

De tanto en tanto, los argentinos continuamos hinchando el pecho por nuestra calidad educativa. Yo mismo, incluso repetí muchas veces que en Argentina una persona puede ser desde biólogo molecular hasta antropólogo, o filósofo y médico sin pagar un peso y con una alta calidad de enseñanza. Eso sí, siempre debe recordarse que la educación esgratis pero no gratuita, todos pagamos por ella.

También en algunos momentos, ese pecho que se hincha recibe su buen golpe y baño de realidad. Hoy al terminar de leer esta nota no pude dejar de pensar en las terribles consecuencias que tiene al largo plazo para nuestras proyecciones de desarrollo nacional en una economía que se basará en el conocimiento.

La nota en cuestión habla del atraso en la incorporación de computadoras e internet en las aulas del país.

Argentina tiene hoy un número aproximado de 51 alumnos por computadora en las escuelas nacionales, públicas y privadas. Claro está que esto es un promedio estadístico, que desnuda una realidad mucho más alarmante: la abismal heterogeneidad entre escuelas del sistema privado contra estatales, y urbanas versus rurales.

Para muestra sólo basta este indicador: en el nivel primario del sistema público (el nivel donde los niños, por su edad, tienen las mayores posibildades de absorber tecnología) el promedio de alumnos por computadora es de 121. Para graficarlo de alguna manera, serían casi tres autobuses completos de niños para utilizar sólo una computadora.

Aunque si vamos sacando la hojarasca, no se si valdría llamar computadoras a tales equipos. ¿Por qué? por la simple razón de que sólo la décima parte de los afortunados alumnos que pueden ver una computadora en su aula, tiene conexión a internet. Sin enlace al mundo exterior, esas computadoras son simples cajas bobas del nuevo milenio, con poco potencial para servir de transporte para las cabecitas de nuestros niños más allá de las fronteras del mundo digital, y facilitarles la incorporación de las competencias básicas para tratar con la información, unidad básica del conocimiento.

Este conjunto de sucesos tiene implicancias que serán muy difíciles de superar si no hay un plan serio de alfabetización digital y reducción de la brecha tecnológica. Muchos candidatos hoy no permiten que falten de sus plataformas electorales frases elegantes como “el objetivo estratégico de incorporar al país en la economía del conocimiento” y otras del estilo, pero poco hacen para evitar esta crisis generacional de conocimiento en el país.

¿Cuáles son esas consecuencias?

  • Un niño que se incorpora tardíamente a la tecnología será un inmigrante digital en el futuro cercano y deberá pagar los costos de la adaptación de sí mismo a la tecnología. Un niño que no aprende a dialogarcon interfaces (sí, ese nuevo lenguaje de interacción hombre-máquina), que no incorpora esa relación con un dispositivo (ya sea una computadora, o un móvil) estará en desventaja relativa con otros que sí lo han hecho.
  • Un niño que se incorpora tardíamente a internet, necesitará un mayor tiempo de aprendizaje para desenvolverse e interactuar en el nuevo esquema de relacionamiento que en los que nos envuelven las redes distribuidas. Llegará más tarde a adquirir las capacidades de pensamiento relacional e hipermedial, de producción y lectura de contenidos hechos por otros niños pares.
  • Los años que pasan sin incorporar a estos niños en la sociedad del conocimiento son irrecuperables. Una de las principales políticas de estado debe ser justamente desarrollar un plan de incorporación de tecnologías a las escuelas y de producción de conocimiento mediante redes de niños y docentes.
  • Argentina no podrá competir en un futuro cercano con países latinoamericanos que disponen en sus escuelas un mayor uso de tecnología. Si nos remitimos a las estadísticas hoy México promedia los 11 alumnos por computadora, mientras que Chile ejecuta un plan para llegar a los 30 y mantiene un debate constante a través de organizaciones sociales en la política pública sobre el tema.

Hace poco leía un artículo de Enrique Dans en el que hablaba de la responsabilidad de las escuelas, y también de los padres, en observar con qué tipo de aplicaciones y concepción del software y tecnología nuestros hijos se educan. ¿Es lo mismo educar a un niño en los principios del software libre, que en los del propietario? ¿Puede hacerse el esfuerzo de enseñarles a utilizar, relacionalmente una hoja de cálculo, y no el MS-Excel(c)?

Al instante recordé que en Argentina tenemos aún pendiente un debate previo, y no es el de discutir qué tipo de tecnología nuestros hijos aprenden en la escuela, sino cuándo llegará la tecnología a sus aulas.